SIERVO DE DIOS PASCUAL PÉREZ MIRA


En el pueblo de Monforte del Cid, el año 1875, vino al mundo Don Pascual Pérez, de padres modestos y cristianos.

Todavía niño, ingresó en el Colegio de San José de esta ciudad, para pasar, después de algunos años al Seminario, donde prosiguió con notable aprovechamiento los estudios eclesiásticos.

Ordenado sacerdote  en 1902, previo concurso, obtuvo en 1906 el curato de Benejuzar, que administró con celo hasta el año 1916, en el que también, mediante concurso, fue promovido al curato de Pinoso, que desempeñó con el mismo celo hasta  1922, en que fue nombrado por el Gobierno de S.M. el Rey, Canónigo de esta Catedral.

En todas partes dio muestras inequívocas de su amor a la justicia social, a la Patria y a la Religión, que fueron sus tres objetivos predilectos.

El año 1926 fue nombrado Profesor del Seminario donde, con diligencia y competencia, desempeñó las cátedras que le fueron confiadas.

Tambien el Señor Pérez fue orador notable; hablaba desde la cátedra sagrada con dominio de fondo y corrección de forma acerca de los temas que se proponía desarrollar, que eran siempre los más provechosos para el auditorio.

Era buscado, como orador, en ocasiones solemnes. En la Catedral suplía frecuentemente y con dignidad a varios oradores prebendados.

Desoyendo los consejos de los buenos amigos, por no abandonar a su anciana madre, permaneció en casa sin ocultarse hasta el día 14 de diciembre del infausto año de 1936, en el cual fue detenido por los milicianos y conducido al “desorden público”, donde permaneció con otros cuatro compañeros hasta la noche del 24 del mismo, víspera de Navidad, en la cual fueron sacados y conducidos a varias direcciones.

Nuestro biografiado fue llevado hacia Poniente, habiendo sido casi degollado por los verdugos junto al puente del Reguerón, entre Beniel y Zeneta.

Fue después conducido su cadáver al cementerio de Murcia, donde recibió sepultura.

Su género de martirio nos lo ha testificado una señora, Nieves Estruch, que juntamente con sus familiares los primeros días del mes de enero del año 1937, se personó en dicho cementerio y, mediante una gratificación, obtuvo del sepulturero la exhumación del cadáver, en el cual, bien identificado, descubrió las huellas inequívocas del martirio que le hemos atribuido.

El año 1940 fueron trasladados sus restos al cementerio de su pueblo natal, donde descansan.