SIERVO DE DIOS EDUARDO SORIA MARCO


Hijo de padres buenos y modestos, abrió sus ojos a la luz don Eduardo Soria en esta ciudad el año 1874.

Su carácter sencillo y trato jovial le granjearon las simpatías de cuantos le conocieron, viniendo a ser una institución popular.

En condición de fámulo cursó sus estudios en el Seminario de la Purísima Concepción, al fin de los cuales, en 1899, fue ordenado sacerdote y enviado de Coadjutor a Bigastro, donde permaneció sólo dos años, viniendo luego a ocupar la plaza de Sacristán Mayor de la Catedral y Confesor del Cabildo, cargo que desempeñó con la sencillez en él característica hasta el 1935, en que el Rvdmo. Prelado, en atención a su edad y queriendo procurarle algún descanso, le nombró Capellán del Asilo, dotándolo de congruos emolumentos para que terminara su vida con decoro.

Así las cosas, estalló la revolución que no perdonó a este humilde sacerdote, cuya caridad en orden a socorrer al prójimo le creó verdaderos conflictos pecuniarios, sino que después de haberlo arrancado del lado de sus hermanas, cuyo único sostén era, lo encarcelaron y arrebataron la vida en las cercanías del cementerio de Crevillente, dejando a aquellas en la mayor indigencia. ¡Filantropía roja, cuyo ideal es el odio a Cristo, a quien el señor Soria representaba!


(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).