SIERVO DE DIOS ENRIQUE TERUEL AVILA, Canónigo de la S. I. Catedral


El día 13 de mazo de 1867 nació D. Enrique Teruel, hijo de Rafael y de Josefa que componían una distinguida familia cristiana. 

Era na­tural de la Parroquia-Arciprestal de Ayora (Valencia) que hasta el año 1959 perteneció a esta Diócesis de Orihuela... 

Cursó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de San Miguel de Orihuela, con brillantes notas e inmejorable conduc­ta. 

El Prelado, con asesoramiento del Claustro de Profesores, recién ordenado sa­cerdote, en 1890, le nombró profesor de Humanidades, y al año siguiente, por oposición, obtuvo en propiedad el Curato de Sta. Justa de Orihuela.

En la Universidad de Valencia obtuvo la Licenciatura en Derecho Canónico, y posteriormente opositó y consiguió una canonjía en la Colegiata de Alicante, ejerciendo varios años el ministerio sacerdotal en dicha capital. 

Vacante el Rec­torado del Seminario, el Prelado D. Juan Maura, eligió a Don Enrique Teruel para regir el primer Centro Eclesiástico Diocesano. A los pocos meses, mediante oposición obtuvo una canonjía en la S. I. Catedral.

El nuevo Rector era un hombre con el carisma de la autoridad.

“Conocí a D. Enrique en su últi­ma etapa, y por lo que oíamos a sacerdotes y seminaristas mayores, le admirába­mos y respetábamos. Pude observar en él gran recogimiento y absoluto silencio durante el coro, pero, si por alguna causa nos acercábamos a él, nos atendía cariñosa­mente. Su nombre siempre se pronunciaba con respeto” (Federico Sala).

La revolución del 36 le sorprendió en su pueblo natal, arrancándole los mili­cianos de su hogar con pretexto de llevarle a Valencia, pero en realidad para ase­sinarle en el camino sin respetar siquiera su ancianidad. Cuando se dio cuenta de que iban a matarles dijo a las víctimas que le acompañaban en el sacrificio: «Arrodillaos que voy a daros la absolución».

Y a sus verdugos: «Al que llevan a la horca le conceden 24 horas, yo sólo os pido cinco minutos para prepararme a comparecer ante Dios».

Le fueron concedidos y arrodillado encomendó a Dios su vida. Después dijo: «Ya podéis disparar».

Así murió este benemérito y ejemplar sacerdote. Su cuerpo fue enterrado en Fuente de la Higuera. Acabada la guerra, fue llevado con todos los honres a su pueblo natal. 

Sus restos descansan hoy en el templo parroquial de Ayora.