SIERVO DE DIOS JOSE CLIMENT BERENGUER Coadjutor de San Pedro de Novelda: -¡D. José! ¡Animo, dos tiritos y de la carretera al cielo...!


Natural de San Juan de Alicante, nació el año 1895. 

A los 12 años ingresó en el Seminario de San Miguel de Orihuela, siendo ordenado sacerdote en 1917. 

Desempeñó los cargos de Coadjutor de Monforte del Cid, Vicario de la Estación de Novelda, Vicario de San Pedro de dicha ciudad y Notario Ecle­siástico de ella. 

En cierto modo, se sentía ligado a Novelda, ya que su tío, D. José Climent (constructor de la torre parroquial) fue hasta su muerte cura-arcipreste de San Pedro, a quien nuestro D. José visitaba con frecuencia. 

Ayudó mucho a D. Juan Iñesta en la buena marcha del Oratorio Festivo, donde impartía clases. 

De carácter más bien retraído, era hombre de pocas palabras y escaso senti­do del humor, pero serio y responsable en el cumplimiento de su deber.

Al estallar la guerra civil, permaneció en su casa hasta el 13 de septiem­bre de 1936, en que unos milicianos se personaron en su domicilio y le conduje­ron a la cárcel, junto a la Iglesia de San Roque. 

Allí estuvo el Sr. Administrador Apostólico, y no pocos sacerdotes y seglares, de los que recibí información. En­tre los sacerdotes, figuraban el Arcipreste, D. Rafael Mira y el otro Coadjutor, D. Juan Iñesta. Siempre, al decir de sus compañeros, permanecía callado y pensativo.

Cuando llegó la hora terrible, y escuchó su nombre para ser fusilado, fue tal su impresión y abatimiento, que lloraba y no se resignaba a morir. Necesitó el aliento y ánimos que su buen Arcipreste le infundió:
-¡D. José! ¡Animo, dos tiritos y de la carretera al cielo...!

El párroco, Don Rafael Mira Barberá, se convirtió en director espiritual de sus queridos coadjutores, y tanto en el trayecto como en un recodo de la carretera de Monforte, no cesaba de animarles y exhortarles, presentándoles un crucifijo que besaron con lágrimas, hasta la hora de su muerte. 

Entregaron su vida por su fe y sacerdocio el día 26 de septiembre de 1936. 

La providencia curó su flaqueza con los auxilios espirituales que les impartió el santo arcipreste. 

Fue enterrado en el cementerio de Monforte, y el 22 de noviembre de 1939 trasladado a Novelda.