Siervo de Dios José Santamaría Vidal Capellán de las Religiosas Salesas




“He aquí un verdadero israelita, en quien no hay dolo” podemos aplicar a este sacerdote, todo él sencillez, todo candor, a quien todos consideraban con derecho a mandar y él con obligación a obedecer, aun en las cosas más difíciles respecto de las cuales no tuviera ninguna obligación. De aquí, lo abrumado de trabajo que andaba siempre don José, a pesar de la modestia de los cargos que siempre desempeñó.

Nació este piadoso sacerdote el año 1885 en Jacarilla, de cuyo señorío fue administrador su padre, varón recto y temeroso de Dios, a quien juntamente con su virtuosa esposa probó el Señor con grandes tribulaciones. 

Empezó el señor Santamaría los estudios eclesiásticos como alumno interno en el Colegio de San José; y una vez trasladada su familia a esta población siguió frecuentando las aulas del Seminario de la Purísima Concepción en clase de externo. 

Aunque no era don José persona de talento, fue intensamente aplicado al estudio, por cuya razón fue aprobando dignamente los cursos.

Ordenado sacerdote en 1909, fue nombrado Capellán de las Hermanas Terciarias Regulares de Ntra. Sra. del Carmen. 

Durante muchos años sirvió a varias ermitas rurales, en las cuales enseñaba los domingos con sencillez evangélica la doctrina cristiana a los niños. Fue designado luego Coadjutor Auxiliar de la parroquia del Salvador y Capellán de la misa de once en la iglesia de la Merced, donde por una módica retribución realizó una labor callada, pero meritísima. 

Por aquel entonces se le constituyó Vice-director de los Jueves Eucarísticos, que miró con especial predilección y por los que trabajó con desinterés apostólico.

Se le designó también confesor ordinario de las Religiosas Salesas, quienes, reconociendo el extraordinario mérito que atesoraba el señor Santamaría, lo retuvieron en el oficio por más de nueve años consecutivos. 

Sirvió también con abnegado celo a la Tercera Orden de S. Francisco, siendo, durante muchos lustros, miembro de su directiva y trabajando sin descanso por el culto de Ntro. Padre Jesús. 

Finalmente, el Excmo. señor Irastorza lo trasladó a la Catedral, nombrándole sacristán auxiliar y Capellán de la misa de nona, cargos que desempeñó con laudable fidelidad.

A este sacerdote tan humilde, sencillo y abnegado parece que debieran haber respetado los rojos, pues nada malo aun en el humano sentido podían temer de él. No fue así. Fueron con él singularmente crueles, matándolo en su propia casa, el 17 de octubre de 1936, a tiros de sacrílegas descargas. Un argumento más del odio a Cristo que los dominaba". (Hasta aquí el relato de Monseñor Espinosa en folleto "Héroes de la Fe")

TESTIMONIO SINGULAR: "Buscando a Don Pedro Isidro para matarlo, encontraron a Don José Santamaría, un santo que no se ha canonizado inexplicablemente, que fue asesinado en presencia de su madre, en su misma casa. Una infamia de las muchas que se cometieron" (Párrafo tomado de la carta de un concejal anarquista de Orihuela, a un amigo abogado muy conocido de la misma Ciudad. Noviembre 1996)

DOCUMENTO DE INTERÉS

Declaración ante el juez militar previo juramento, el día 29 de noviembre de 1941.

La señora T. M. R., era vecina y amiga íntima de los familiares del sacerdote D. José Santamaría, y por hallarse la madre del mencionado sacerdote enferma, hacía más de doce años que vivían juntos, por ello pudo conocer las virtudes que adornaban al mencionado sacerdote.

"Que el día 17 de octubre de 1936, serían aproximadamente las 9 de la noche, llamaron a la puerta del domicilio del repetido Señor Santamaría, y la que declara, creyendo que pudiera ser una vecina encendió la luz abriendo la puerta, e inmediatamente subieron por la escalera atropelladamente dos milicianos quienes dijeron a la que habla, que abriese la puerta del piso puesto que allí había un cura. Ante la negativa de la declarante, bajaron las escaleras, subiendo después cuatro en vez de dos, con las armas en la mano, quienes pusieron a la que habla apoyada en la pared, y entraron en el piso habiéndole amenazado previamente diciéndole que si no manifestaba dónde estaba el sacerdote, sería ella la primera que caería, mientras con las pistolas la amenazaban y la maltrataban.

Mientras esto tenía lugar, el Señor Santamaría se internó en la habitación en donde estaba su madre en cama, único familiar que con él vivía, cerrando por dentro la puerta con el pestillo. 

Al oír las amenazas de que era objeto la que declara, abrió la puerta dejando paso a los milicianos que empezaron a golpearle con el puño cerrado y con las culatas de las pistolas. 

En esta algarabía, la dicente les quitó varias veces de las manos al mencionado Señor Santamaría y escuchó varias veces una voz que salía del grupo que decía "venga Pincelito"; que varias veces luchó a brazo partido con los milicianos consiguiendo en un momento dejar libre al Señor Santamaría, lo que aprovechó éste para correr por el pasillo en dirección a otra habitación, pero el grupo de milicianos se deshizo de la dicente y salió en busca del sacerdote, pudiendo darse cuenta cómo uno de ellos montaba la pistola para disparar, en cuyo momento la que declara le cogió el brazo no obstante lo cual el miliciano en cuestión hizo un disparo cayendo al suelo el Señor Santamaría; posteriormente, digo un instante después, por encima de la que declara hicieron un nuevo disparo, y el miliciano que lo hizo vació el revolver dejando las cápsulas en el suelo. Que el miliciano que hizo el primer disparo le consta que fue uno entendido por "El M"... y el que hizo el segundo fue aquel a quien le llamaban el "Pincelito", pero por el azoramiento de aquella noche y por no haberles vuelto a ver, la declarante tiene la duda si lo reconocería, pero sí en cambio le consta con absoluta certeza que mientras lo relatado ocurrió, lo nombraron los demás milicianos varias veces.
Leída la encuentra conforme, ratifica y firma con S. Sª. Doy fe.
En Orihuela, a 29 de noviembre de 1941".

Hay firmas: la del juez instructor, la del secretario y la de la declarante, muy clara.